miércoles, 5 de diciembre de 2012

La leyenda de un grande, Riquelme



 

Juan Román Riquelme. Un nombre que para algunos no es más que una concatenación de letras, pero para otros levanta pasiones, tanto positivas como negativas. El futbolista argentino que se convirtió en símbolo de los suyos (principalmente de Boca Juniors), de una hinchada xeneize que encontró en él al ídolo que necesitaban en el ocaso de uno de los más grandes del fútbol como fue Diego Armando Maradona, el pelusa. Un capricho del destino hizo que Román fuese el sustituto de Maradona en su último partido como profesional, y también heredó el 10 que anataño lucía el "Pelusa" partido en que el resultdo fue un marcador de 2 a 0 a favor del conjunto boquense, al año siguiente para iniciar la que probablemente fuera su mejor época como jugador, la época en la que su ambición por comerse el mundo le llevó a lo más alto.

Como jugador mediapunta, algo que tan poco nos dejan ver los entrenadores modernos, porta el ya citado 10 a la espalda como sólo los mitos supieron hacerlo con la equipación local en La Bombonera. La hinchada corea su nombre cada vez que la controla despreocupadamente y la ata al pie buscando desde el primer segundo el pase de gol. Su oficio es el de recoger, subir, levantar del asiento al aficionado y terminar dando el cuero en boca de gol al nueve o marcando.

La grada rival conoce su genialidad y busca el desequilibrio. "El último número 10" ,le dicen algunos, 'acabado' otros. Pero saben que no es así, que su personalidad sobre el campo es tranquila pero lidera a su equipo con respeto en cada clase en la cual el era el maestro, que cada balón que toca es una nueva oportunidad de crear su magia.

Llegó a vestir otros colores, llegó a ser querido en otros lugares, pero fue un cariño seco, de crack de paso. Trás una serie de roces,  fue traspasado al FC Barcelona por 13 millones de dólares. Pese al buen desempeño que demostró durante la pretemporada el juego desplegado por Riquelme no convencía al entrenador, quien comenzó ubicándolo como exterior por la izquierda y luego lo excluyó del equipo titular. En un año crítico para el club en todo aspecto, Riquelme jugó 30 partidos de Liga y marcó tres goles. Por otro lado, en la Champions League el Barça alcanzó el récord de 11 victorias consecutivas. A pesar de ello, en su única derrota es eliminado por la Juventus de Turín en cuartos de final. Riquelme disputó once partidos de Champions y marcó dos goles.

Durante la temporada 2005/06, el Villarreal disputó por primera vez en su historia la Liga de Campeones y su actuación fue sorprendente; llegó a las semifinales tras dejar en el camino a equipos de la talla del Manchester United, Benfica, Glasgow Rangers e Inter de Milán, entre otros, pero quedó eliminado por el Arsenal. En el partido de vuelta, Román tuvo la oportunidad de lograr el empate a través de un penalti cobrado en el último minuto, que los hubiera llevado a la prórroga. Sin embargo, los nervios de Riquelme hicieron que su suave disparo fuera contenido por Jens Lehmann, dejando fuera de la Champions al Villarreal, ahí no lo veían como su profeta al igual que en tierras xeneizes. Se olvidaron de su trabajo para hacer del Submarino Amarillo la revelación de la Liga (es posible que, sin Román, la época dorada del equipo nunca existiese), de sus pases encarados a darle la Bota de Oro a su compañero el urugayo Diego Forlán y de sus tardes mágicas en las que era imparable. Esos momentos en los que el jugador no se veía apoyado por su afición fueron suficientes para convencerlo de que quería volver a casa. Román ya no se sentiría a gusto nunca más lejos de La Bombonera.

Volvió y de nuevo fue feliz, se sintió querido. Su fútbol dejó la apatía que había mostrado los meses anteriores y su recuperada afiliación con su eterno acompañante Martín Palermo dio sus frutos. Román era el que cocinaba y Martín el que servía. La pareja estaba hecha para el éxito. Se fue el Loco, el eterno 9 de Boca, y Román se quedó solo a la espera de un nuevo acompañante. Pero viniese quien viniese, ya no sería lo mismo. Los mitos de Boca se habían ido y estaba sólo ante la grada, y los problemas con el entrenador lo desgastaban. Empezó el año en 2012 reflexionando, dubitativo. Este y no más, pensó. Y llegó a final de temporada, después de darlo todo con un físico ya mermado sin decir nada al público para no doler, y cuando se quedó a las puertas del cielo, a punto de conseguir su cuarta Libertadores, anunció la implacable noticia, dejando huérfana una posición en la que será una tarea casi imposible sustituirlo.
Hasta siempre, Román, la mitad de Argentina más uno siempre te tendrá presente.

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