martes, 8 de enero de 2013

Ronaldo Nazario Lima, la eterna ave fénix



Ronaldo Nazario Lima, la eterna ave fénix

  
La expresión 'reinventarse o morir' sólo es cierta en algunos casos preguntadselo a Ronaldo "O fenémeno"se la aplicó a sí mismo durante toda su carrera. Hay quien se reinventa por progresar, o por obligación Ronaldo lo hizo por necesidad.
Ronaldo nació en Rio de Janeiro el 22 de septiembre de 1976 y empezó a jugar en el equiopo de su ciudad. Tras dos grandes años  en Holanda en las filas del PSV le bastaron para llamar la atención del fútbol mundial, aunque ya con 17 años y aún jugando en su Brasil natal en las filas del Cruzeiro empezó a demostrar que aquel joven futbolista se salía de los cánones de belleza futbolística, y es que aún no había cumplido la mayoría de edad cuando Carlos Alberto Parreira lo llamó para disputar el Mundial de Francia 94 (aunque no jugaría en aquel torneo).


Por aquel entonces le apodaban Ronaldinho, pero fue otro el que convirtió ese nombre en leyenda. Tras ese campeonato mundial llegaron los anteriormente citados dos años en el PSV holandés, equipo al que llegó aconsejado por su compatriota el delentero Romário. En la Eredivise se vió su hambre de gol insaciable  y ya en su primera temporada se convirtió en máximo goleador con 30 goles, aunque su equipo no pudo llegar más allá del tercer puesto en la tabla. Fue ahí cuándo se convirtió en leyenda.

Su progresión aún no daba signos de llegar a su límite, y el F.C.Barcelona hizo todo lo posible por incorporalo a sus filas, llegando a pagar lo equivalente a unos 15 millones de euros por su traspaso. En la temporada 96/97 dio durante todo el año una de las exhibiciones más legendarias que se recuerdan de un jugador de fútbol, que le llevó a ganar el FIFA World Player. Llegó a Barcelona en una época convulsa, con el Dream Team de Johan Cruyff ya finiquitado, y bajo las órdenes de Bobby Robson  consiguió hacer  alrededor de Ronaldo  un equipo ganador, liderándolo con sus goles con tan sólo 20 años consiguiendo un récord 47 goles en 47 partidos un registro para la época muy alto. Era un jugador veloz, impredecible, con un toque y conducción magníficos y, sobre todo, la mejor definición de cara a puerta que se recuerda en los campos por donde paso. Aún parecía no haber llegado a su tope y ya brillaba más que nadie, convirtiéndose en el jugador más joven de la historia en ganar el FIFA World Player y acabando 2º en las votaciones para el Balón de Oro, tras el alemán Matthias Sammer del Borussia Dortmund, distinción que ganaría al año siguiente, jugando ya en las filas del Inter de Milán.
El brillo de la estrella brasileña en Barcelona fue muy breve, desencuentros contractuales con el club lo llevaron a Italia después de tan solo un año como azulgrana, al anteriormente citado Inter de Milán.

Allí en Italia todo empezó bien, pero en su segundo año sobrevino el desastre, una grave lesión de rodilla que le supuso un calvario difícil de superar.

Conseguir sobreponerse a aquella rotura del tendón rotuliano, según los médicos, le llevaría unos 6 meses, pero acabó siendo mucho más tiempo. Volvió a jugar antes de final de temporada, tras una recuperación de record, pero aquella final de la Coppa Italia contra la Lazio dejó de ser feliz. Sólo 7 minutos duró el reencuentro de O Fenómeno con el fútbol, antes de que un mal apoyo durante una finta acabara con él en el suelo. Ronaldo lloraba de dolor y se agarraba con fuerza la rodilla derecha. Panucci se llevaba las manos a la cabeza, sabiendo que aquella era la pierna que motivó su ausencia durante medio año, y en el banquillo su entrenador Marcello Lippi se mostraba impaciente temiéndose lo peor. Ronaldo volvía a ver como su futuro se convertía en una sombra.

Nadie creyó en su recuperación. La rumorología lo situaba ya fuera del fútbol de élite, creyendo que nunca más volvería a ser el mismo de antes, no iban desencaminados, ya que no volvió a ser el que era, pero cual ave fénix volvió al fútbol de élite y por la puerta grande. Después de tres años de calvario con las lesiones, con numerosas vueltas frustradas y dos temporadas de intentar reencontrarse con el fútbol, todo se recondujo por el buen camino en 2002. El jugador veía ante sí el reto definitivo. Se veía listo para conseguir por fin volver, y no decepcionó a nadie , e incluso el mundo vio con sorpresa que aquel futbolista era otro, pero tan grande como su versión anterior, Ronaldo era simplemente ecasi el mismo de antes.

Ronaldo inició su nueva carrera en el Mundial de Corea y Japón 2002. Reinventado y consciente de sus limitaciones físicas, creó un nuevo modelo de futbolista igualmente letal, igualmente sorprendente. Con su habilidad para la definición y dotes técnicas practicamente intactas, buscaba ahora un juego basado más en la potencia que en la poca velocidad que le permitían  sus maltrechas rodillas que ya no eran tan rápidas como antes, ni le permitían realizar aquellos quiebros endiablados, que le caracterizaban con los que rompía la cintura de los defensas varias veces en pocos segundos. Era un futbolista nuevo, pero tan peligroso como su anterior versión. En aquel torneo se vengó de todo. Dijo adiós a la pesadilla de los problemas físicos y enterró el trauma que supuso el no ser capaz de liderar a su selección hasta la gloria en el Mundial de Francia 98, el haber fallado en el momento clave. En Corea y Japón entró con todo cuando nadie se lo esperaba, anotó 8 goles y alzó el trofeo. En aquellos países asiáticos que históricamente poco tienen que ver con el fútbol se reencontró con el deporte rey, como aquel que halla agua en el desierto.

El Real Madrid confió en él después de ser el mejor de aquel campeonato del mundo, y fue en el equipo merengue donde continuó la segunda versión de Ronaldo. Más corpulento, notablemente más lento en su velocidad punta e incluso en los primeros tiempos con algo de inseguridad, pero los 23 goles anotados en su vuelta a la liga española disipaban toda duda sobre la inversión realizada por su presidente Florentino Pérez. Sus números fueron buenos durante sus cuatro primeros años en Madrid. Su última campaña en el club merengue significó el principio del fin. Volvieron las lesiones y el exceso de peso comenzó a ser un problema en su juego.


 Llegó a  Madrid después una improductiva estancia en el AC Milan y su vuelta a Brasil para acompañar a su compatriota y amigo Roberto Carlos en Corinthians.

Acababa así la carrera de uno de los mejores definidores y delanteros que se recuerdan . Una carrera que se dividió en  dos. La primera, la del chico maravilla cuya progresión no parecía tener fin, con la velocidad, el regate y el quiebro infinito como rasgos significativos, de su gran juego. La segunda, la del sufrido veterano de guerra que supo sobreponerse a los reveses de la vida y convertirse en un delantero potente, con técnica suficiente para irse de los defensas pero más consciente de sus limitaciones, metiendo el cuerpo y valorando más que nunca estar en el  momento adecuado en el lugar adecuado aprovechando su don natural para poner el balón allí donde el portero es incapaz de llegar. Así fue la historia de un hombre al que quienes lo conocieron personalmente definen como un niño en el cuerpo de un adulto, a veces inocente y otras caprichoso, pero con un talento abrumador. La historia del futbolista que marcó a toda una generación de futbolistas. Una generación que llora cada vez que escucha el apelativo de 'Ronaldo el gordo' para referirse a él sin confundirlo con Cristiano Ronaldo.




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